Entrando en el dolce far niente
de luces tenues,
cada vez más tenues,
de lánguidas y apacibles
y solitarias sobremesas.
Entre rumores apaciguados de ciudades,
inaudibles tras cristales difuminados
que nos reducen a dulces fantasmas
por los que pasean
la soledad y la ternura,
trato de huir de la insoportable seguridad
de los divanes y las calefacciones,
vagos sonidos,
músicas celestiales como sirenas
que se obstinan en que sueñe