Sensualidad prometida, tentación nunca culminada.
Amague del placer.
Sincronía derrochada, calibrada a puro corazón.
Latidos ajustados a la melodía.
Tango, piel y musculo que le ha brotado a la música,
cuando los cuerpos cantan el ritmo presentido.
A la mitad de un tiempo en suspenso,
una pierna flexionada a medio aire espera,
luego, una sacudida vibrante para subirse al ritmo al vuelo,
en el momento justo, como la mariposa en la ráfaga de aire.
Contenido el impulso, viene el desplazamiento suave y felino.
Una cintura ondulante viene añorando una mano con el mismo compás,
la sostiene en vilo, se balancea inclinada la voluptuosidad en el brazo.
El escarceo de las piernas con alevosía provoca a la pasión.
El dorso femenino insinúa estremecimientos.
Los cortejos acoplados, seducidos por abrazos suspicaces, adivinan exactos puntos de quiebre.
Ritmo que promete otros ritmos.
El cuerpo tenso dispara un ataque que se diluye en caricia.
Unos labios arremeten y culminan en aliento agitado, a un beso de distancia detenido.
Un rechazo violento que persigue.
Una mano quiere tocar, pero pasa adivinando las curvas en un recorrido de ave sobre olas.
Un beso colibrí aletea ante labios de flor unas ganas refinadas.
Deseo sostenido.
Un lánguido movimiento se convierte en torrente.
Figuras en vilo en sus evoluciones sobre la geometría de la melodía.
Perseguido, acosado, esquivo erotismo bosquejado en una provocación tentadora.
Entrecruzamiento de piernas y calores.
Un compás largo se desliza sobre una pierna insinuando desnudez, extendida, mientras una mano crispada de placer recorre el contorno del rostro.
¡Ah, delicia!
¡Hermosa, fugaz e imposible…si tan solo me concedieras un tango!