Discurre el camino con aroma a sal y algas.
A un lado se despliegan incontables hileras de naranjos; azahar en el aire y en la tierra.
Una alfombra blanca cubre el suelo bajo los árboles y se respira un leve perfume cítrico.
Muy pronto las pequeñas florecillas que se abren en las ramas darán sus frutos, agridulces naranjas, reinas del campo levantino.
Cítrico aroma despertando los sueños en primavera.
(Imagen: NaranjasRibera)
Al otro lado, un río poco caudaloso arrastra su curso anhelando llegar a su meta, ya cercana.
Impregna el aire esa mezcolanza de las frutas venideras y la proximidad del mar, que ya se divisa.
El rumor de infinitos insectos se escucha apagado, invadido por los graznidos de las gaviotas.
Al llegar a la playa todo es paz, calma, arena fina y blanca y el azul del agua.
Una simbiosis mágica entre el camino, el mar, el río y la tierra.
Es en este punto de encuentro donde el Millars entrega su cauce al Mediterrani.
Qué belleza la de esos Haibun. Tan dignos de las imagenes como anillo al dedo.
Admiro tu manera de redactar, fluida, sonora y y hasta musical…
Un fuerte abrazo con felicitaciones, querida Walla.
Que belleza, me transmite una mezcolanza de aromas y olores a cítricos, a tierra, a mar, todo un mundo aromático y visual el de tus bellos versos, yo estuve, ya hace tiempo donde desemboca el Ebro y es una maravilla, naturaleza pura, además recuerdo haber comido una buenísima paella de verduras , amiga!!!
Es un lugar mágico el de la desembocadura del Mijares (Millars en valenciano).
Ese olor a azahar se entremezcla con el del mar por lo juntos que quedan en el paisaje.
Muchas gracias, Rafa.
Es real esa mezcolanza de aromas y paisajes. Es la ruta en bici que suelo hacer y realmente le carga a una las pilas.
Y tienes razón, el delta del Ebro es otra maravilla. Y la paella, un plus, jajaja.