Audrey

Sus entrañas,
su sangre,
estaban llenas
de nubes
de colores.

Mi cerebro
era gris,
y sólo sabía
que me gustaban
las tortugas.

Ella podía nadar
tan profundo,
como ellas,
darme la mano
y seguirlas
y dibujarme
una sonrisa.

En el fondo
del Mediterráneo
empezaba
a descongelarme
y pensar que
ojalá me enseñara
todos sus secretos
y ojalá me contara
por qué no
no salía corriendo
al verme.

Mil veces
la he imaginado
desnuda
y volando
como una golondrina
que camina
sobre mi cabeza
recordándome:
“Estoy aquí”.

Y al cielo gritaba
cuál era su nombre
y, como no
me lo quiso decir,
yo le llamaba audrey,
así en minúscula,
porque si no,
no sería especial.

Quedábamos en Conejera
casi todas las noches.
Ella me traía tesoros
que encontraba
debajo del mar.
Yo le contaba
mis historias de pirata
y decía:
“He mentido,
he sangrado,
he robado y he matado,
sólo por conseguir
droga y alimento
para llegar hasta ti”.

Después ella
me dejaba
poner mi cabeza
sobre sus muslos
y, acariciando
mi pelo enmarañado
me hacía sentir
que no era
un vengador tóxico.

Ni ella una superheroína,
ni teníamos
por qué enfrentarnos,
que podíamos buscar
nuestro destino
en la dirección
que marcaba la brisa.

Y ser mar
toda la noche
iluminados
por las estrellas
y, entre las olas,
acariciarnos suavemente
sin importarnos
qué corriente nos había unido
ni si mañana volvería a salir el sol
por el mismo lugar.

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Qué imaginación.

Bonita historia.

:wink:

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Muchas gracias!

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