Quedando atrás los ánimos de gloria
la cruel realidad al fin se impone,
teniendo claro que al narrar la historia
el mea culpa casi nadie entone.
Ojalá el despotismo se abandone
porque se restablezca la cordura,
y que el terreno del pudor se abone
con suma honestidad y con premura.
Pues hoy día sería de locura
tomarse las catástrofes a chanza,
si es que pasando a diario la factura
merma el creer en Dios nuestra confianza,
queriéndonos echar la soga al cuello
hasta vernos a todos sin resuello.