Tus manos,
palomas libres encadenadas
intentando alzar el vuelo.
Tus lágrimas,
como fuente de vida.
Gotas de rocío.
Esos labios,
fruta prohibida
que siempre me tienta.
Y yo siempre caigo.
Y los cuerpos que se estremecen
hasta los cimientos
cada vez que llamamos a las puertas del cielo.
Como ateos en busca de algún dios.