Aquella despedida
en la que no hubo
ni llantos, ni gritos,
ni sonrisas, ni lágrimas,
en el instante del tiempo…
ni besos, ni abrazos,
ni disculpas, ni reproches,
que recordasen otros momentos,
solo un adiós congelado
como despedida.
Aquella mañana, de primavera,
enriscada en la plúmbica neblina del amanecer,
en la vieja mochila fatigada, que hoy se deshilacha
en el desván de las alusiones omitidas,
fui guardando aquel presente roto…
mi ropa, mis sombreros,
mis vinilos de los The Rolling y Pink Floyd,
mi álbum de miedos,
mis proyectos inacabados,
mis libros empezados,
mis versos inacabados…
el silencio de los suspiros,
las lágrimas de mi almohada,
la vida que me había creado,
en las que tantas noches
mis ilusiones
habían viajado.
Allí dejé, aquella mañana,
mis llaves, mi coche
mis dibujos emborronados
mis cuadros coloreados,
las fotografías del instante
de los recuerdos…
mis risas, mis llantos,
mis ausencias recriminadas,
mis soledades justificadas,
mis silencios sofocados,
mis desprecios arrinconados…
mis poemas escritos en las paredes,
mis sueños encerrados en los armarios,
las noches en vela por un catarro,
las caricias de mis hijos,
sus balbuceos de niños inocentes
sus sonrisas de encanto
y sus primeros pasos.
Todo deje atrás,
aquella misteriosa mañana
en la que no hubo despedida,
solo tristeza, decepción y culpa,
me acompañaron a la estación
y la sombra de su adiós sin despedida
me han acompañado
en la nueva aventura de mi vida,
donde el recuerdo es olvido
y el olvido recuerdo.
Del Poemario El Miserere del Olvido
Pippo Bunorrotri.