¡Ojalá lloviera!
Su paraguas se abriría
como un pensamiento en flor,
como el escudo violeta que expande y protege,
como aquel trébol que concentra la suerte,
como el galeno prescribiendo amor al envenenado,
como esa estrella fugaz que entrega el deseo personalmente.
Ojalá marzo acopie tantas hojas de eucaliptos;
para ahuyentar los mosquitos de las farolas.
¡Qué el aire fresco ingrese por los bambúes!
¡Qué las hiedras asfixien el empedrado,
y las flores de asfalto plaguen la ciudad!
Quiero que el otoño sea lerdo en el desierto.
Ojalá que el mar haga espuma en tus manos,
y sobre las piedras se olviden las toallas.
Qué de virutas se impregne la carpintería.
Ojalá volviera el barco con semillas nuevas
y que la aves revelen lo que la primavera hizo entre los cerezos.
¡Ojalá que esos versos sonaran por teléfono!
Ojalá la corona solar brille en los ojos del reencuentro.
Ojalá volviera a llover por las mañanas,
mientras preparas café entre los gritos del silencio.
Ojalá llueva detrás de la luna y debajo de las uñas.
Ojalá los abrazos cosieran tantos huesos.
Ojalá que el miedo se desenfrene
en las curvas peligrosas de tu sombra.
Ojalá volvieras a escribirme en letra pequeña.
Ojalá repitieras ese “te amo” en la mirada.
23-03-2020