Hay un ramillete de astros
que envuelven el infinito
y lo pintan en un mural de celestes trazos.
Los planetas danzantes
mueven sus pies con brío,
mientras las nubes se esfuman ante mis ojos.
Observo el firmamento de ojos brillantes
cómo manchan con su brío de luces
mi oscuridad
y un bosque nuevo,
bañado por el sol,
rompe mi abulia
con su belleza sin filtro,
con su resplandor de cielo abierto.
Me siento viajera ilegal
en una nave imaginaria,
atravesando el espacio prohibido
que sesga mis sueños,
en esta ciudad tranquila
que huele a amor y a añoranza.
A horcajadas
sobre la espalda frágil de tu estrella,
alumbra mi certidumbre.
Contigo vuelo a Casiopea,
remonto Orión
y me aproximo a Andrómeda,
tan solo con el roce de tu boca.
Eres esa réplica humanoide,
perfecta, sublime,
que acerca el futuro
a mi anodino orbe.