Amada mía… si nuestras diferencias
son menores que toda diferencia concebible,
¿acaso iguales no seremos?
¿No ves que si fuésemos distintos,
la mitad de nuestras diferencias
será una diferencia concebible?
Luego entonces, nuestras diferencias
¡menores son que su mitad!
¡Vaya tremendo sin sentido!
De igual forma amada mía, lo más grande concebible,
se concibe como existiendo en realidad.
¿Pero es que acaso no existe verdaderamente?
¿No ves que si no existiera, por no ser un insensato,
me estará prohibido imaginarlo
como existiendo en realidad?
Luego entonces, lo más grande imaginable,
se concibe como existiendo y no existiendo en simultáneo
¡Vaya tremendo sin sentido!
Así pues, amada mía, reduzcamos nuestras diferencias
más allá de toda diferencia dada…
¡que al final somos iguales!
Concibamos la grandeza
más allá de todo grande imaginable…
tan sólo porque Dios existe.