Alquimia

A veces la única esperanza es el hierro,
su fría fortaleza,
la paciencia indiferente con que espera
el brutal esfuerzo del atleta al otro lado del espejo.
Extraviado en el horizonte de su propia energía
eleva el hierro con el último suspiro,
mientras la fuerza celebra
su victoria efímera sobre la inercia.

A veces imponerse no es suficiente,
porque no basta transgredir
cuando exhaustos
el espejismo nos regresa al piso,
convertidos en ese ardiente vapor imperceptible
con que el cuerpo se rehúsa a la derrota.

A veces nos confundimos con los ángeles
y viajamos hacia el tiempo
atrapado en los relojes
para robarle segundos a la nada
y sostener el hierro
con lo poco que nos queda de entusiasmo.

Tantas veces regresamos al tinglado,
a enfrentarnos con lo incierto,
el temblor en las manos,
la utopía palpitando en el torso,
comprometidos con elevar el hierro hasta el vacío,
en medio de la sonrisa de los ángeles.

Porque todo inexorablemente regresa al piso,
mientras el dolor se asoma entre los músculos,
confirmando que la eternidad es solo un Instante.
Por eso nunca es suficiente.

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