Escribo del viento que arrecia
y del muro contra el que siempre se golpea
al girar en mi esquina.
Escribo del tiempo perdido
y de las prisas furtivas que a todos aprietan
cuando en el calendario se acerca una cuenta pendiente.
Escribo con el alma perdida
y la mirada distraída en ojos ajenos
que nada miran,
pero todo cuentan.
Escribo tras meses de estío,
sin musas ni gaitas,
ni locura en las venas.
Escribo
y hace tanto que no arranco unas letras…
Hace tanto.
Desconozco el motivo
—y puede que no exista—,
tan solo importa
que ahora escribo.