Adónde van los sueños desechados.
Los espacios vacíos de sonrisas congeladas.
Los adioses vespertinos.
Las promesas incumplidas de las frías madrugadas.
Aquellos versos rotos o deshechos por el tiempo…
adónde van.
Adónde, los deseos que una tarde arrinconamos.
Los silencios ignorados, las palabras silenciadas.
Las frases no pronunciadas en el borde de unos labios.
Los gritos que no gritamos nunca al viento.
Los secretos enterrados entre polvos siderales…
adónde van.
Adónde los abrazos clandestinos que ocultamos.
Las huellas que se borraron en el medio del asfalto.
Las arrugas repentinas en el alma
o los ecos desgarrados que se pierden en el aire…
adónde van.
Adónde van aquellas ilusiones extraviadas, las sospechas, las traiciones.
El tiempo que no vivimos, el tiempo que desdeñamos.
Las risas que se fundieron en vacíos escenarios.
Esos fallidos amores de las tardes de verano…
adónde van.
Las sombras que me siguieron, las luces que me guiaron.
Las lágrimas que derramamos.
Las caricias,
que no llegamos nunca a darnos.
Los miedos agazapados en la sombra de una alcoba.
Los inútiles errores,
los pedazos del recuerdo.
El cariño desgastado,
los agravios, los afectos, los rechazos…
Adónde van.
Lo que se va no regresa…
Diluidos en el viento y cubiertos
por el manto gris de la melancolía,
sus vestigios van al aire y al abismo.
(Residuos dejando rastro a la hora del ocaso)
Y van lejos.
Van muy lejos.
Al borde del precipicio de la nada.
(Agujeros negros en medio de la nada)
Al más allá.
Un insólito camino tortuoso y sin sentido.
“Allá, allá lejos;
donde habite el olvido…”
(Al gran Luis Cernuda, que me “prestó” los dos hermosos versos finales.)
Pintura: Noche en Antibes 1939. Pablo Picasso