El tiempo lo sabe;
un aleteo del roce
entre las palmas,
y las caricias nos hacen coger
el sentir más hermoso del cosmos.
Nada más misterioso
que el palpar,
el secreto que mi alma
no se disipe en un temblor de lluvia,
que entre la piel brotan plegarias
del sentir,
las palmas ya se quedan parten
del roce.
Huella imborrable del sentir,
sus manos siempre serán
vivos abismos,
caen mariposas de sus ojos
como queriendo escapar
entre las lágrimas. . . hacia su alma.