Absalón

Triste está el árbol sobre el que tu pelo te ahorcó.
Tu padre en su vejez ha probado amargor, Absalón.

Triste está mi corazón, porque alguna vez te recuerda
como eras antes de la caída, Absalón.

Y recuerda las promesas que el viento no cesa de portar
hacia el olvido. Promesas de niños, Absalón.

La pregunta, inútil ya, porque no me responderás.
“¿Por qué lo hiciste?” colgada en los labios, Absalón.

¿Habría cambiado el resultado si te hubiera dicho que te amaba?
Y ahora que Dios ha destruido tu vida,
y mi vida,
y la vida de tu padre, honorable anciano caneado
¿Qué me queda sino los recuerdos, la promesa
y el triste árbol en el que se mecerá ya para siempre
la soga de tus cabellos?