A veces

A veces nada se parece.
En derredor las casas
se amontonan sinuosas
al borde de la acera,
con las piernas robustas
torcidas por el tiempo
y el rostro enmohecido,
cavilante, ojeroso,
cubierto por los años
que se trepan al techo
y hacen crujir las chapas
marrones, desclavadas,
a merced de los vientos
que todo se lo llevan.
Delante,
se desvive en sollozos
un pretil agrietado,
y un color melancólico
baja hasta los tobillos
e irrumpe fatalmente
entre ramas de sauce
y perros callejeros.
Fachada gris, brutal,
desprovista de cielo,
mirando tristemente
hacia el viejo empedrado
hundido de recuerdos,
pesados como estatuas,
vertiendo una mirada destemplada,
al sur del laberinto del silencio…

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