A la ribera de aquel río metálico
sintético
su sino fue naturalizar lo artificial
ornato ante contaminación visual
como pájaro en su jaula
embellecer la Alameda con el suave canto de su fronda.
Pero la fotosíntesis insomne no ha pegado los ojos,
el alumbrado le desvela.
En su paso milimétrico
las raíces callosas cojean,
zapatos de concreto le aprisionan.
En la psicosis de cláxones y rugir de motores
crecen algunas ramas contrahechas
retorcidas de histeria
con calvicie prematura.
Tuberculosis capilar agobiándoles
tosiendo hojas amarillas.
Pero estoico
aún yergue su insistente lamento verde.
Muy cierto,
entregándose con todo su ser
los árboles mueren de pie.
Desafiante en su martirio
podado
vapuleado por autos y transeúntes
vejado con la orina urgente de ebrios trasnochados
flagelado por enamorados
aún está de pie
esperando un sorbo de lluvia
luchando en solitaria tragedia incomprendida
albergando errantes vuelos
gestando vida en nidos urgentes
mostrando al mundo que todavía existe primavera
aunque llore estériles flores tristes sobre la banqueta.