Veinticuatro mil albas prendidos con alfileres,
dan jugadas, ponen comas, desaliñan los conceptos…
hay partículas de un niño
sosteniendo por la cola libélulas
de charcos viejos y fuentes llenas de sustos.
Después…
llegaron los dioses prohibiéndome el universo,
traían códigos de barra y pecados al granel,
las acusaciones propias
de un edén tan suculento…
que a las siete mil auroras y sin pensarlo dos veces
me bajé en aquel andén
donde los panes y peces eran, sin multiplicarse.
Comencé a asaltar alcobas
dejando la puerta abierta.
Usaba una lavadora con un programa especial
para limpiar la conciencia…
Hubo una tempestad…una batalla cruenta.
Luego, cautivo por decisión, me hice hermano de la luna
y compartimos colores, caminos, la soledad;
peregrinos atrapados sin conocer sombras justas…
faltaban algunos idus
y en marzo puede llover sin que sea primavera…
nos mojamos sutilmente,
aun conservamos el alma.
Así, es que…
con diecisiete mil noches,
empecé a encalar siluetas rotas por necesidad
de una lágrima constante que germina en el bolsillo.
A raíz de ese instante,
escribo desde mis piedras,
llevo la mala salud de hierro que jamás presto;
hay que ayudar a la sangre,
ahí respiro sin negociar ningún miedo.
Mis manos llenas de sueños entablan galimatías,
garabatean promesas,
río mientras lluevo dentro.
Veinticuatro mil y un día…
mañana te cuento un cuento.
Pedro…de momento. Julio de 2023.