A Golpes de Silencio

En los rincones olvidados de un tiempo perdido, donde las horas parecen eternas y las esperanzas desvanecen como destellos fugaces, se erigía un mundo en constante cambio y transformación. Era un lugar en el que las sendas se modificaban caprichosamente, en el que los destinos se desdibujaban ante los ojos de quienes osaban adentrarse en su laberinto sin fin.

La rueda del tiempo giraba incansable, sin detenerse ni un solo instante. Pasaba como un torbellino, arrastrando consigo los fragmentos despavoridos de lo que alguna vez fue. Los caminos que antaño fueron seguros y conocidos, ahora se volvían camaleónicos, protegidos por enigmáticas nieblas que engañaban a los incautos viajeros.

Era un lugar de sueños y mañanas, un territorio donde las ilusiones se desvanecían sin dejar rastro. El pasado se convertía en un eco vacío, una herida abierta que resistía el paso de los días. Las llamas danzantes iluminaban una tierra de incendios y humaredas, donde todo parecía construirse y destruirse a golpes de silencio, en una danza ancestral de sombras y suspiros.

Mis ojos, perdidos en la oscuridad, escrutaban el infinito buscando una razón que justificara mi agobio. Pero, en su incansable búsqueda, me encontré atrapado en un sueño sin retorno. La noche se extendía como un colosal velo negro, un manto funesto que me empujaba a buscar el sol en las profundidades más sombrías de mi ser. Sin embargo, todo quedaba prisionero de una fábula opaca, en la que las historias se convertían en meros ecos, susurros desvanecidos que apenas dejaban rastro en el aire viciado.

Este espacio misterioso, que parecía no tener principio ni final, tenía sus días contados. El tiempo, ese juez inexorable, iba marcando su inexorable sentencia. El grito del universo resonaría en cada rincón, anunciando el desenlace final de este relato ancestral. Un día, esta tierra de enigmas y misterios, llegaría a su ansiado fin.

Y así, en este intrincado laberinto de realidades entrelazadas, me adentré con determinación. Mis pasos resonaban en los corredores olvidados, dejando huellas efímeras en el suelo polvoriento. Mis ojos reflejaban una mezcla de temor y esperanza, sabiendo que, aunque el tiempo no detenga su marcha, nosotros, con nuestra voluntad y coraje, podemos moldear nuestro propio destino.

En cada esquina, en cada encrucijada, encontraba personajes singulares que compartían conmigo su propia lucha contra el tiempo. Guerreros de corazón indomable, magos de palabras sabias y seres míticos que poseían el don de la eterna juventud. Sus historias se entrelazaban con la mía, formando un tapiz multicolor de experiencias y anhelos.

Juntos, navegamos por los mares del olvido, explorando las fronteras de la imaginación y descubriendo los secretos más profundos de nuestro ser. Desafiando a la rueda del tiempo, desentrañamos los misterios que se escondían tras cada recodo, desvelando verdades ocultas y enfrentando nuestros miedos más profundos.

Entre susurros y suspiros, avanzamos hacia la luz, enfrentando las pruebas que se interponían en nuestro camino. El pasado quedaba atrás, convertido en cenizas que el viento se llevaba consigo. El futuro se abría frente a nosotros, lleno de promesas y oportunidades. Ya no éramos espectadores pasivos de nuestras vidas, sino protagonistas de un cuento eterno en el que cada palabra escrita tenía el poder de cambiar nuestro destino.

Y así, mientras el sol se alzaba en el horizonte, atravesamos el último umbral, dejando atrás el mundo de sueños y mañanas. La rueda del tiempo, no se detuvo, pero nosotros nos convertimos en maestros de nuestro propio viaje.

La rueda del tiempo
no se detiene,
los caminos no
son los mismos,
es un mundo
de sueños y mañanas.
Las ilusiones se alejan,
se van sin dejarnos huella,
solamente el vacío del
pasado sobrevive
en esta tierra de
incendios y humaredas,
en donde todo es a
golpes de silencio.
Mis ojos escrutan la oscuridad
buscando una razón para mí agobio y
me encuentro en un sueño sin retorno.
Alargo la noche más allá
buscando el sol pero todo
queda en una fábula opaca
donde las historias
no son más que los ecos
de un grito en un espacio al
que un día le llegará su fin.

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