Tras unos días de sol
vuelve la lluvia, otra vez;
otra vez, la lluvia.
….
Llueve, esa lluvia
de gotas grandes,
como llanto de gigante.
….
Lluvia llena de llanto…
llanto de lluvia,
recuerdos de vida.
….
Y las ves caer…
….
Tus lágrimas.
Aquellas otras de las que te sientes responsable.
Las que no apagan el fuego.
Las que se lloran con el ritmo de los relojes parados.
Las que hacen ruido al modo de tormenta.
Las que surgen frías por el miedo.
Las lágrimas que salpican, pizpiretas.
Las que tuviste que sanar.
Las del niño en el laberinto.
Las que llora tu sombra y te sorprenden corriendo por tu cara.
Las del espejo.
Las del cuerpo.
Las que se lloran hacia adentro y provocan inundaciones en el esófago.
Las redondas (con una tristeza casi perfecta).
Las vacías de contenido, llenas de memoria.
Las que empapan el pañuelo y acaban en una papelera.
Las que se quedan dudando en el borde de los ojos.
Las que limpian las mejillas y llegan hasta el mar, y son felices.
Las de los inicios antes de los finales.
Las de los finales de los inicios.
Las de la cebolla.
Las que te envía esa nube que nunca te abandona.
Las que se lloran a solas.
Las que se lloran en abrazos.
Las de Antígona en su cueva.
Las que caen sin instrucciones de uso.
….
Vuelven a tu vida, hoy:
como un recuerdo;
como un juicio;
como un dolor;
como un alivio;
como agua
que limpia,
que ahoga.
….
Las peores… las peores son
aquellas guardadas;
piedras de sal y de cenizas.
….
Gotas grandes que caen,
igual que caen los recuerdos sobre el presente
inundando el instante de pasado.